martes, 8 de febrero de 2011

Y lo encontré en un rincón...

Uno se cree...

Y era sólo cuestión de comenzar a buscar en la memoria y darse cuenta de tanto lugar ocupado y de tanto vacío a la vez. Recorrer la vida de nuevo, descubriendo los recuerdos que estaban allí empolvados, un poco avejentados y seguramente un poco trastocados por el tiempo...

que las mató...

Pero estaba allí, sonriendo (¿alguna vez dejó de sonreir?) y lo que más importa: cantando. Intenté encontrarle una palabra a su vida, resumirla, compactarla para que me fuera más sencillo asirla para toda la eternidad. Entre algunas de ellas competían: Maestra, guía, música, canto, Kantorei (el que guía el cantor)... muchas en realidad. Me sorprendí de cómo una, así humilde como es, se fue acomodando despacito, casi tímidamente, diría que sonriendo, en el primer lugar.

el tiempo y la ausencia.

Olguita... se puede resumir todo en Olguita. Un poco loco el concepto. Su marido nos corregía cuando llamábamos por teléfono y preguntábamos por Olguita."¡La señora Olga, querrá decir!". Pero no estábamos equivocados: Era OLGUITA. Le sobraban el De Cara y el Brizuela y Doria. No porque sus raíces no le hayan sido importantes, todo lo contrario, sino porque la simpleza de sus propias raíces eran al final las que más profundo en la tierra de La Rioja se iban a enterrar.

Pero su tren...

Hay personas que tuvieron que descubrir continentes para ser recordados, otros partículas subatómicas, algunos comandaron ejércitos, otros escribieron libros... pero ella, ella simplemente nos cantó. La técnica, la respiración, los estilos y todas esas cosas superfluas de quienes queremos más y más, vinieron después. Primero, como lo hacía con sus hijos (a quienes muchas veces se la arrebatamos entre ensayos y clases) en viajes interminables que se acortaban compartiendo canciones, o a la noche antes de dormir o simplemente cantar por cantar, porque llena la vida. Porque cuando la tristeza se cuela en el corazón es muy sencillo espantarla de a poco, primero con unas cuantas notas y después dejar escapar tristezas y lágrimas entre palabras y notas... simples palabras y notas.

vendió boleto

Cantar... era simple la receta. Y creaba el lugar y el momento para cantar. ¿Hay algo tan espectacular y hermoso como un ensayo de coros? La primera vez que me enamoré de uno fue escuchando al Coro del Centro Polivalente de Arte, obviamente dirigido por ella. Y se me hizo un nudo en el pecho y me comenzaron a llover manzanas desde el cielo. Mi "Eureka". El coro. Cantaron el "Hallelujah" de Haendel... y yo cada vez más fascinado.

de ida y vuelta.

Me costó vencer mi siempre excesiva timidez para encarar las cosas que me gustan por primera vez... pero me acerqué. No era tan difícil, parecía una señora buena y tranquila. Le dije que quería cantar en su coro. Me miró un poco desconfiadamente, me preguntó la edad y me dijo con una voz muy dulce y cálida: "Tendrías que probar en un precoro antes, me parece que todavía no estás listo para este". Mi primer fracaso coral.

Son aquellas pequeñas cosas,

Ahora la comprendo. Una cosita negrita y flaquita con voz de soprano tímida no iba a poder ocupar un lugar en la cuerda de tenores. Que cantara con las sopranos a los 13 años era impensable. Lo gracioso de todo esto es que ni en aquel momento y mucho menos ahora pude ocupar de lleno la cuerda de tenor. Quienes me vean dirigiendo seguro me van a escuchar cantando a viva voz con las soprano, la esperada muda de voz me pasó por el costado, pero ella no entendía en aquel momento mis intereses y seguramente quería protegerme. Es La Rioja, che. Tierra de Caudillos.

que nos dejó un tiempo de rosas...

Obviamente, la llama estaba encendida. El encanto se había iniciado y seguro que apenas se podrá extinguir al final de mis días. Esta señora bajita, amable (porque me bajó de mi nube de fantasías con una ternura que jamás pude encontrar antes ni después) y sonriente logró marcar mi adolescente corazón a pura música. Y como producto de mi más pura obstinación comencé a acosarla en los pasillos y las aulas de la escuela. Mis ojitos en postura tierna y dolida al fin y al cabo surtieron efecto: pude entrar al coro.

en un rincón,

A fuerza de cantar (así como ella cantaba: amando las palabras, las historias que se creaban, las sutilezas de la melodías, la importancia de dejar que el otro también pueda expresarse) fue creciendo el amor. ¿Habrá sabido ella realmente cuántas personas se vieron así encantadas, hipnotizadas por su canto y su magia?. Espero que sí, pero no recuerdo haberle dicho cuánta influencia tuvo en mi vida.

en un papel

Porque iba más allá de la música. Se pasaba al lado del corazón, así, como se dice Olguita, algo chiquito, un poco tímido pero que abarca y llena casi todo el espacio de las otras personas. Entonces se amaba lo que se hacía, se agradecía principalmente por ser persona, ser humano que siente profundamente. Allí apuntaba.

o en un cajón.

Hasta las manzanas, hasta mi ¡Eureka! mis ambiciones eran ocupar una oficina refrigerada, con una computadora a mi izquierda, de traje y corbata. Y Olguita, ayudó de a poco a la computadora y el papeleo a salir disparados por las ventanas de mis ambiciones, y dejarle lugar a partituras envejecidas, con garabatos y anotaciones que, como en mi pieza, ocupan ahora toda mi vida.

Como un ladrón

La música, nunca le costaba trabajo. Era una maquinita de generar música, de generar ambientes en los cuales cantar. Su casa era un torrente de ensayos semanales. Allí funcionaba Kantorei, agrupación en la que tuve el gusto de participar y grabar un disco. Todo un orgullo. Ya en diciembre, y quizás mucho tiempo antes, comenzaba a planificar los proyectos que tenía ganas de hacer el siguiente año. Nunca estaba cansada.

te acechan detrás

Por mucho tiempo hizo este trabajo de hacer cantar a la gente casi sola, no estoy pretendiendo olvidar a todos aquellos que hicieron una gran labor en la provincia pero es innegable que la mayoría de los directores de coro actuales son Made in Olguita. Y somos muchos. Después vino ARDIC y luego ADICORA. Ella pudo disfrutar del fruto de su esfuerzo.

de la puerta.

¿Y yo dónde quedé en todo esto? Muy cerca de ella, como cuando asistíamos a algún curso y el lugar más seguro me resultaba siempre en la silla de al lado. Y yo a veces tocando el piano, deslumbrándome con otras posibilidades de la música, con otros directores, y profundizando y aprendiendo más y más. Y ella diciendo que le encantaba mi empeño y resultados... Los horizontes se abrieron más allá.

Te tienen tan a su merced

Pero en el más acá, acompañándonos. Y luego, sorpresivamente, sintiéndonos amigos. Almas que aman y disfrutan de lo mismo. Luego ella cantando en Euterpe, mi primer coro. Ella fue quién nos consiguió el lugar dónde ensayar. Y luego intercambiando ideas y mucho canto. Por esas épocas pudo aceptar por fin que me gustaba cantar de soprano. Le costó un poco, pero me aceptaba tal cual yo soy.

como a hojas muertas

Y luego compañeros de trabajo. Ella como preparadora vocal, yo como pianista compañante. Fueron años muy lindos, pero a veces muy duros. En ese tiempo se le fue su compañero de vida, también su madre. Pero aunque su cuerpo ya casi no se lo permitía, ella subía las escaleras de la sala de ensayo todos los días. Y seguía con proyectos, con ganas de seguir haciendo cantar. Otra nueva generación la conoció y la aprendió a querer. A Olguita. Y se fue mi papá: allí estuvo.

que el viento arrastra allá o aquí,

Entonces es improbable sentir que ahora no está. Olguita nos habita, nos abriga, nos cuida. Sigue sonriendo, como esa foto en la que está con una rosa en la mano. Uno espera encontrarla en cada ensayo, la siente en cada concierto, nos acapara el alma cuando cantamos algo que aprendimos con ella. Nos dejó con todo un camino labrado de canciones y de pasión por la música. Nos llenó el alma con ella misma, nos cautivó con mil manzanas, con cientos de palabras, con millones de abrazos, con canciones.

que te sonríen tristes

Nos entregó su vida. ¿Cómo se le agradece a alguien que transformó completamente tu vida, que te regaló la felicidad en una canción, que te amó con la música? Es muy sencillo. Continuar su camino y regalarles las canciones a quienes no la conocieron de la misma manera que ella lo hizo. Espero poder aunque sea un poquito. Hasta el próximo concierto amiga. OLGUITA

y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.

Jorge Alejandro Salica